Treinta y cuatro años después de que este país contara con una Constitución pactada entre los distintos grupos del arco parlamentario, apenas si es celebrada una jornada que años atrás contaba con actos oficiales o paralelos en escuelas y colegios, para que los más pequeños lean y conozcan la llamada 'Ley de leyes'. Como recuerdo a la misma, traigo a la actualidad un trabajo que escribí para un acto realizado en el Ateneo Riojano con motivo del veinte aniversario de la Constitución Española, en el que participó, entre otros ilustres conferenciantes, uno de los padres de la Constitución: Jordi Solé Tura.
León del Congreso de los Diputados. |
LA CONSTITUCIÓN DEL 78
Aquel 78, el año de
la Constitución, fue muy ajetreado a partir del 22 de agosto para el Gobierno,
todos los partidos políticos y de forma especial para los padres de la
Constitución.
Para el Gobierno de Suárez
dos eran los problemas que deseaban olvidar lo más rápidamente
posible del futuro texto Constitucional: la configuración de la Monarquía y el
tipo de Constitución que los ponentes debían redactar.
Al tiempo, los diferentes
ponentes tenían sus propias ideas sobre el texto y de forma especial los que no
representaban al Gobierno ni al partido que le sustentaba. Para Herrero de Miñón,
la Constitución debía ser breve, enunciativa y mínimamente conflictiva. Fraga,
se mostraba partidario de proceder a la promulgación de leyes constitucionales
parciales. Peces Barba, Miguel Roca y Solé Tura, eran partidarios de un texto
amplio que recogiera todas las cuestiones fundamentales con todo el detalle
necesario... preferían lo que luego se vino a llamar un texto río que
constitucionalizara con precisión los derechos y libertades fundamentales, los
límites y alcance de los poderes y sobre todo, el espinoso y complicado tema de
las autonomías y la organización territorial del Estado... Y además, en la
primera reunión, dos puntos de partida que con el paso de los años no dejan de
ser datos para la historia y el recuerdo. Un Peces Barba que afirma categóricamente
que el PSOE es republicano y un Solé Tura que pese a ser el representante
comunista comenta que “La Monarquía está ahí. Lo que hay que hacer es reducir
los poderes del Rey”.
Estos son los puntos de
partida para nueve meses de trabajo donde no faltaron las idas y venidas. Los
encuentros y desencuentros. Los portazos a la puerta de la sala de reuniones y las vueltas. Los bis a bis a media
mañana, media tarde o media noche y en escenarios diferentes: en restaurantes,
sedes de partidos o despachos de ministerios. Las reuniones y ‘contrarreuniones’
a tres, a cinco, a siete o a nueve, del mismo partido o diferentes... por separado,
formando grupos afines o mezclados.... Recurriendo a la muletilla de periodista
veterano junto al concienzudo trabajo de los ponentes constitucionales,
alrededor los teléfonos echaban humo... pero aquello avanzaba, dejando
siempre los temas más polémicos para el final, que resultaron ser el sistema
electoral del Congreso de los Diputados y Senado y el no menos espinoso asunto
de los territorios forales.
Tras nueve meses de duro
trabajo de los padres de la Constitución, comienzan las sesiones plenarias en
el Congreso e inmediatamente salta la bomba de los peneuvistas y el tema
foral lo que les lleva a retirarse del salón de sesiones sin votar el texto
dictaminado de la Constitución que es aprobado con sólo dos votos en contra.
Finalmente la cuestión foral
queda pendiente para el siguiente tramo constitucional que emprende en el Senado,
donde Camilo José Cela mete la pluma, que le dejan, a una Constitución a la que
le faltaba estilo gramatical y mejora la atropellada redacción fruto del
consenso. Se vuelven a reactivar las polémicas con temas como el de la
educación o la cuestión vasca y se repiten las conversaciones, los
encuentros, las comidas, las reuniones... y antes de la votación definitiva se
cuela de rondón y a última hora el que fue llamado como 'el texto del gol' : la
enmienda del PNV sobre los derechos históricos de los territorios forales.
VOTACIONES
En la votación final del
Congreso están presentes, 345 diputados, y 5 ausentes, votando a favor
325. Votan en contra 5 aliancista, (Gonzalo Fernández de la Mora, Alberto Jarabo
Payá, José Martínez Emperador, Pedro de Mendizábal y Federico Silva) y el
representante de Euskadiko Esquerra, Francisco Letamendía, mientras se
abstienen trece diputados más (los peneuvistas Arzallus, Elorriaga, Sodupe,
Aguirre, Cuerda y Bujanda; los aliancistas Licinio de la Fuente, Piñeiro y
Lapuerta así como los excentristas Joaquín Arana y Pedro Morales, el ucedista
Jesús Aizpún por la 'cuestión navarra' y el nacionalista republicano Heribert
Barrera.).
En el Senado votan 239 y
están ausente 9 senadores. Lo hacen en contra 5 senadores (los vascos, Bajo
Fanlo y Bandrés, Fidel Carazo, el almirante Gamboa y el catalán Xinirachs).Y se
abstienen 7 más: los vascos Manuel de Irujo, Gregorio Monreal, Ignacio
Oregui, Juan Ignacio Uría y Federico Zabala, así como el nacionalista
republicano catalán Rosend Audet y el general Luis Díez Alegría.
Se había conseguido una
Constitución que establecía la Monarquía Parlamentaria como forma de Estado, la
Democracia pluralista que devolvía la soberanía al pueblo, al fín y al cabo, un
sólido sistema de libertades públicas y derechos fundamentales, con un Título
Octavo, o de la Organización Territorial del Estado que resultará el más polémico
de todos. Era la Constitución del consenso, efectivamente la que no gustaba
completamente a nadie pero que tampoco disgustaba a ninguno.
LA VIDA EN EL 78
Estamos en el 78, año en que
es refrendada la Constitución y nos encontramos con unos españoles sobrios,
austeros y como ropa habitual del hombre, el pantalón de pana. Unos españoles
que se casaban pensando que la unión matrimonial era para toda la vida. Unos
españoles que fueron definidos por el sociólogo Javier Sábada como los del
desequilibrio, denominación que le gusta más que el decir desencantados. Unos
españoles que se tomaban muy en serio lo de las libertades y las deseaban con
todas sus fuerzas. Que contaban con una población de parados cercana al millón
de personas. Una sociedad que empezaba a poner en práctica lo que se daba a
conocer como planificación familiar. Que el 33% de las familias contaban con un
automóvil o un teléfono y tan sólo el 2.6% de lavavajillas. Que tenían una
policía que iba de gris. Que había eliminado aquello que se llamaba censura por
lo que las canciones, los libros, las películas, las obras de teatro, las
exposiciones, los programas o las actividades culturales se podían exhibir a
expensas única y exclusivamente de la aceptación popular. Es la España de
'Furtivos' y de 'Alguien voló sobre el nido del cuco' o lo que es lo mismo,
unos años en los que contrariamente a lo que se podía suponer, se realizaba un cine
de gran desilusión más que de ilusión, como así lo reconocía Manuel Gutiérrez
Aragón. Una España que recibe a artistas de todo el mundo, que empieza a
abrirse a lo que hay en el exterior y que incluso se lanza fuera de nuestras
fronteras para ver lo que sucedía por ahí. Una España con fútbol y toros que
acababa de despedir en la distancia a Groucho Marx y a Elvis Presley.
Una sociedad aquella del 78
en que ve nacer la publicidad o por lo menos la publicidad que se lanza por la
apertura con la aparición de largas piernas... aunque los productos de belleza
todavía se reducían al agua y jabón, y como mucho una colonia y el ‘after shave’
para los hombres.
Gastronómicamente son años de platos recios y tradicionales con el guiso
como menú estrella...las reuniones de amigos se terminaban con velas
encendidas, música de ‘sitar’ y una varilla de incienso, todos en torno a un
librillo de papel de fumar y una china, que no era precisamente la Presley. Es
la España de la televisión única y con una literatura en la que triunfan Cela,
Torrente, Delibes, Umbral o Caballero Bonald.
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