Todo
lo que sucedió en Logroño en torno a su Sitio en 1521 nos ha llegado a través
del primer historiador logroñés,
Fernando Albia de Castro, que en su libro “Memorial y Discurso
político…de Logroño”, fechado en 1633, copió unos “papeles curiosos de aquel
tiempo a lo que añadió lo que preguntó y oyó contar cuando vivió en esta ciudad
con sus padres y abuelos, todos naturales de ella. Con este relato se llegó
hasta 1921, celebración del cuarto
centenario del Sitio. Con este motivo el señor Gainza editó un libro sobre lo
ya conocido, sin dejar por escrito lo nuevo de su relato. Y fue el cronista
oficial de esta provincia, el señor Garrán6, quien contó en el diario La Rioja
la intervención que tuvo el duque de Nájera para la defensa de Logroño y la
liberación del cerco, según
investigaciones propias en el archivo de Simancas. Con todo ello elaboró
su estudio descriptivo Rugo de Seya, en 1935. De 1987 es el librillo “El
‘Sitio’ de Logroño en 1521 y la Festividad de ‘San Bernabé’, Patrono de la
Ciudad” de Jerónimo Jiménez Martínez, cronista oficial de Logroño. De todo ello
hemos elaborado este relato no minucioso pero sí completo de lo que fue un
hecho que sigue siendo recordado cada 11 de junio.
EL POR QUÉ DEL SITIO
El intento de
invasión de las tropas francesas al territorio español viene provocada desde
1512 cuando el regente de Castilla, Fernando I, viudo de Isabel la Católica,
llevó a cabo la anexión del Reino de Navarra lo cual no fue muy bien aceptado
por la Corona Francesa, que tenía su propio aspirante a este trono. Las
antipatías galas fueron creciendo cuando el siguiente rey castellano, Carlos I,
logró acumular los reinos de Aragón, Castilla, Navarra y la Corona Imperial de
Alemania, a lo que debemos sumar la sublevación comunera de 1519 y la posterior
extensión de la revuelta por buena parte de Castilla. Por todo ello Francisco I
intentó asentar un golpe certero al rey español aventurándose a llegar con un
potente ejército en territorio peninsular hasta las lindes de Castilla, aunque
la historia dice que fue echado de las orillas del Ebro en Logroño de vuelta a
su país.
El rey francés
inició en mayo de 1521 la invasión de Navarra cuando la revuelta comunera había
sido ya aplastada en Villalar y muchos comuneros “arrepentidos” se enrolaron en
el ejército real. Ciudades como Logroño, que no habían hecho ningún movimiento
por defender los derechos del rey Carlos I, intentaron subsanar anteriores
comportamientos con una mayor decisión frente a la invasión francesa. El
objetivo de las tropas francesas era el de entrar en Castilla. En Viana, donde
fueron recibidos como libertadores, iniciaron sus preparativos para conquistar
Castilla. Ante esta perspectiva, el Corregidor de Logroño convocó Concejo en la
iglesia de Santiago el Real. En esta asamblea popular se decidió impedir la
toma de la ciudad por el francés. Para ello se reforzaron las murallas, se
repartieron armas entre los vecinos y se destruyeron las edificaciones
exteriores a las murallas para que no fueran utilizadas por los franceses.
El 25 de mayo de
1521 las tropas de Francisco I avistaron la ciudad. Comenzada el Sitio de
Logroño.
La batalla reconstruida. M.T. |
Las tropas
francesas estaban dirigidas por el liberal francés Andrés de Foix, señor de
Asparrot, y conde de Monfox, que una vez situado frente a la plaza a conquistar
y suponiendo que con la sola presencia de un potente ejército iba a conseguir
la rendición envió un mensaje por medio de un abanderado que obtuvo como
respuesta la negativa de los logroñeses por lo que el señor de Asparrot preparó
minuciosamente lo que sería un plan de ataque en un principio por el puente de
Piedra que al contar con tres torres, dispuestas proporcionalmente, demostraron
ser importantes puntos de defensa de la ciudad.
Fracasado el
primer intento de entrar en la ciudad y advertidos de la resistencia de los
logroñeses, el enemigo intentó la invasión por otros lugares al tiempo de
someter a la ciudad a un fortísimo cerco.
Las tropas
francesas fueron peinando los lugares por donde pasaban, iniciando el
ataque cruzando el río, siguiendo por
los vados de Varea y dirigiéndose hacia la ciudad a través del Camino del
convento de Madre de Dios que, por cierto, todavía no estaba construido.
Convencidos los
logroñeses de que el enemigo se disponía a tomar la ciudad como fuera, dispusieron el
primer lugar el abandono de la misma de todas las personas que no aportara nada
a la lucha, saliendo por la puerta del Camino hacia localidades de Rioja Alta.
El ejército
francés fue concentrándose y se ha cuantificado el mismo en los tres mil
hombres. El señor Asparrot envió una nueva misiva que fue nuevamente contestada
con una negativa a la rendición. Atacantes y defensores, se dispusieron pues a
lo que podría ser una larga contienda.
Los franceses
fácilmente se apoderando de San Francisco, ya que al estar extramuros no pudo
ser defendido, convirtiéndolo en su Cuartel General.
Los planes
militares del general Asparrot contemplaban como sistema de ataque más idóneo
el centrar buena cantidad de tropas y artillería en uno de los puntos débiles
de la fortificación y, una vez abierta brecha, penetrar hacia el interior de la
ciudad.
Analizadas las
zonas defensivas de la ciudad pensaron que dado que ya tenían el convento,
podían atacar fácilmente la puerta y muro del mismo nombre por lo que los
cañones fueron concentrados en esta zona, iniciándose un gran bombardeo aunque
se encontraron que desde el interior eran respondidos con las mismas fuerzas.
Además los
logroñeses -desconocidos en número por los atacantes ya que no podían verlos-
organizaron una doble estrategia. La de contención y ataque, si era posible, en
horas del día, y la de la inteligencia, astucia y engaño, por la noche.
Y como ejemplo,
podemos contar que las tropas logroñesas reunieron toda las banderas posibles y
numerosos trajes y con todos los hombres disponibles, salían con el mayor de
los sigilos por una de las puertas y entraban por otra con las banderas
desplegadas y “metiendo un estruendoso ruido con las armas de guerra”
haciéndoles creer que había más personas de las que podían imaginar los
franceses. Y junto a ello, y a través de los caminos subterráneos tenían salida
a las orillas del Ebro para pescar y por ello tener comida que echarse al
estómago o bien para enviar sus correros en horas nocturnas para solicitar la
ayuda necesaria.
Los franceses
que habían fracasado atacando las puertas de San Francisco y Arbentia decidieron dividir su artillería y las
emplazaron frente a las de San Blas y la puerta del Camino.
La verdad es que
los primeros días de junio la situación de los sitiados pasó por momentos
realmente críticos. No obstante, tres fueron los elementos fundamentales para que el
ejército francés quedara desmoralizado e iniciara su camino de vuelta por donde
había llegado a Logroño.
La primera
cuando el vecindario de Logroño, animado por las continuas noticias de que
diversas columnas de socorro se dirigían a la ciudad, decidió efectuar una
visita al campamento enemigo, decisión tomada en la iglesia de Santiago, templo
donde tenían lugar las asambleas. De esa visita nocturna de los sitiados,
fueron tomados al enemigo todo género de bagajes y pertrechos y una bandera que
se conservó durante más de sesenta años en el edificio del Ayuntamiento.
En segundo
lugar, y por relato contado por Fray Prudencio de Sandoval, cuando en la noche
del día 9 de junio un soldado natural de Logroño se coló por las tapias y
subido en una ventada del convento de San Francisco, disparó sobre la mesa en
la que estaban cenando el general Asparrot, su lugarteniente Casa Coloma y
otros capitanes principales de su ejército, muriendo uno militares que rodeaba
al general.
Y por último y
aprovechándose de los momentos de desconcierto en el campo enemigo, cuando un
valeroso grupo formado por campesinos de Logroño y de otros pueblos cercanos,
concibieron la idea de inundar las heredades donde se asentaba el campamento
enemigo con las aguas procedentes de los ríos que recorrían los terrenos de la
ciudad, especialmente del Iregua. Los citados terrenos quedaron convertidos en
un impresionante lodazal en el que las pesadas piezas de artillería no podían
ser manejadas convenientemente.
La
desmoralización del ejército francés iba en aumento a lo que contribuyó sin
duda la llegada de las fuerzas de socorro, al mando del virrey de Navarra,
Antonio Manrique de Lara. Esto ocurrió el 10 de junio de 1521 lo que provocó el
levantamiento del cerco al enemigo, que marchó hacia Navarra a fin de intentar
traspasar la frontera.
Ese mismo día,
Manrique de Lara, primogénito del duque de Najera, con tres mil hombres y gente
de a caballo de su padre se presentó en Logroño, haciendo levantar el sitio del
ejército invasor.
Estas mismas
tropas, reconquistaron con gran rapidez todo el reino de Navarra y derrotaron
completamente al ejecito invasor el 30 de junio, en Noaín, cerca de Pamplona,
causándole 2.500 muertes y 2.000 prisiones, entre ellos el señor de Tournon,
con muchos capitanes principales, y el mismo Andrés de Foix, señor de Asparrot,
a quien un soldado del Conde de Alba de Liste le hirió con una maza
en la frente que
le dejó ciego, entregándose enseguida. Conquistado Pamplona y pacificado todo
el reino, los franceses huyeron dispersos hacia su país.
La jornada siguiente al día de la victoria, el
11 de junio, san Bernabé, los logroñeses determinaron declararle patrón de la
“muy noble y muy leal ciudad de Logroño”.
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