lunes, 9 de junio de 2014

El Sitio de Logroño, un relato histórico

Todo lo que sucedió en Logroño en torno a su Sitio en 1521 nos ha llegado a través del primer historiador logroñés,  Fernando Albia de Castro, que en su libro “Memorial y Discurso político…de Logroño”, fechado en 1633, copió unos “papeles curiosos de aquel tiempo a lo que añadió lo que preguntó y oyó contar cuando vivió en esta ciudad con sus padres y abuelos, todos naturales de ella. Con este relato se llegó hasta 1921, celebración  del cuarto centenario del Sitio. Con este motivo el señor Gainza editó un libro sobre lo ya conocido, sin dejar por escrito lo nuevo de su relato. Y fue el cronista oficial de esta provincia, el señor Garrán6, quien contó en el diario La Rioja la intervención que tuvo el duque de Nájera para la defensa de Logroño y la liberación del cerco, según  investigaciones propias en el archivo de Simancas. Con todo ello elaboró su estudio descriptivo Rugo de Seya, en 1935. De 1987 es el librillo “El ‘Sitio’ de Logroño en 1521 y la Festividad de ‘San Bernabé’, Patrono de la Ciudad” de Jerónimo Jiménez Martínez, cronista oficial de Logroño. De todo ello hemos elaborado este relato no minucioso pero sí completo de lo que fue un hecho que sigue siendo recordado cada 11 de junio.

EL POR QUÉ DEL SITIO
 
El intento de invasión de las tropas francesas al territorio español viene provocada desde 1512 cuando el regente de Castilla, Fernando I, viudo de Isabel la Católica, llevó a cabo la anexión del Reino de Navarra lo cual no fue muy bien aceptado por la Corona Francesa, que tenía su propio aspirante a este trono. Las antipatías galas fueron creciendo cuando el siguiente rey castellano, Carlos I, logró acumular los reinos de Aragón, Castilla, Navarra y la Corona Imperial de Alemania, a lo que debemos sumar la sublevación comunera de 1519 y la posterior extensión de la revuelta por buena parte de Castilla. Por todo ello Francisco I intentó asentar un golpe certero al rey español aventurándose a llegar con un potente ejército en territorio peninsular hasta las lindes de Castilla, aunque la historia dice que fue echado de las orillas del Ebro en Logroño de vuelta a su país.
 
El rey francés inició en mayo de 1521 la invasión de Navarra cuando la revuelta comunera había sido ya aplastada en Villalar y muchos comuneros “arrepentidos” se enrolaron en el ejército real. Ciudades como Logroño, que no habían hecho ningún movimiento por defender los derechos del rey Carlos I, intentaron subsanar anteriores comportamientos con una mayor decisión frente a la invasión francesa. El objetivo de las tropas francesas era el de entrar en Castilla. En Viana, donde fueron recibidos como libertadores, iniciaron sus preparativos para conquistar Castilla. Ante esta perspectiva, el Corregidor de Logroño convocó Concejo en la iglesia de Santiago el Real. En esta asamblea popular se decidió impedir la toma de la ciudad por el francés. Para ello se reforzaron las murallas, se repartieron armas entre los vecinos y se destruyeron las edificaciones exteriores a las murallas para que no fueran utilizadas por los franceses.
 
El 25 de mayo de 1521 las tropas de Francisco I avistaron la ciudad. Comenzada el Sitio de Logroño.
 
La batalla reconstruida.                  M.T.
EL RELATO DEL SITIO
 
Las tropas francesas estaban dirigidas por el liberal francés Andrés de Foix, señor de Asparrot, y conde de Monfox, que una vez situado frente a la plaza a conquistar y suponiendo que con la sola presencia de un potente ejército iba a conseguir la rendición envió un mensaje por medio de un abanderado que obtuvo como respuesta la negativa de los logroñeses por lo que el señor de Asparrot preparó minuciosamente lo que sería un plan de ataque en un principio por el puente de Piedra que al contar con tres torres, dispuestas proporcionalmente, demostraron ser importantes puntos de defensa de la ciudad.
 
Fracasado el primer intento de entrar en la ciudad y advertidos de la resistencia de los logroñeses, el enemigo intentó la invasión por otros lugares al tiempo de someter a la ciudad a un fortísimo cerco.
 
Las tropas francesas fueron peinando los lugares por donde pasaban, iniciando el ataque  cruzando el río, siguiendo por los vados de Varea y dirigiéndose hacia la ciudad a través del Camino del convento de Madre de Dios que, por cierto, todavía no estaba construido.
 
Convencidos los logroñeses de que el enemigo se disponía a tomar la ciudad como fuera, dispusieron el primer lugar el abandono de la misma de todas las personas que no aportara nada a la lucha, saliendo por la puerta del Camino hacia localidades de Rioja Alta.
 
El ejército francés fue concentrándose y se ha cuantificado el mismo en los tres mil hombres. El señor Asparrot envió una nueva misiva que fue nuevamente contestada con una negativa a la rendición. Atacantes y defensores, se dispusieron pues a lo que podría ser una larga contienda.
 
Los franceses fácilmente se apoderando de San Francisco, ya que al estar extramuros no pudo ser defendido, convirtiéndolo en su Cuartel General.
 
Los planes militares del general Asparrot contemplaban como sistema de ataque más idóneo el centrar buena cantidad de tropas y artillería en uno de los puntos débiles de la fortificación y, una vez abierta brecha, penetrar hacia el interior de la ciudad.
 
Analizadas las zonas defensivas de la ciudad pensaron que dado que ya tenían el convento, podían atacar fácilmente la puerta y muro del mismo nombre por lo que los cañones fueron concentrados en esta zona, iniciándose un gran bombardeo aunque se encontraron que desde el interior eran respondidos con las mismas fuerzas.
 
Además los logroñeses -desconocidos en número por los atacantes ya que no podían verlos- organizaron una doble estrategia. La de contención y ataque, si era posible, en horas del día, y la de la inteligencia, astucia y engaño, por la noche.
 
Y como ejemplo, podemos contar que las tropas logroñesas reunieron toda las banderas posibles y numerosos trajes y con todos los hombres disponibles, salían con el mayor de los sigilos por una de las puertas y entraban por otra con las banderas desplegadas y “metiendo un estruendoso ruido con las armas de guerra” haciéndoles creer que había más personas de las que podían imaginar los franceses. Y junto a ello, y a través de los caminos subterráneos tenían salida a las orillas del Ebro para pescar y por ello tener comida que echarse al estómago o bien para enviar sus correros en horas nocturnas para solicitar la ayuda necesaria.
 
Los franceses que habían fracasado atacando las puertas de San Francisco y Arbentia  decidieron dividir su artillería y las emplazaron frente a las de San Blas y la puerta del Camino.
 
La verdad es que los primeros días de junio la situación de los sitiados pasó por momentos realmente críticos. No obstante, tres fueron los elementos fundamentales para que el ejército francés quedara desmoralizado e iniciara su camino de vuelta por donde había llegado a Logroño.
 
La primera cuando el vecindario de Logroño, animado por las continuas noticias de que diversas columnas de socorro se dirigían a la ciudad, decidió efectuar una visita al campamento enemigo, decisión tomada en la iglesia de Santiago, templo donde tenían lugar las asambleas. De esa visita nocturna de los sitiados, fueron tomados al enemigo todo género de bagajes y pertrechos y una bandera que se conservó durante más de sesenta años en el edificio del Ayuntamiento.
 
En segundo lugar, y por relato contado por Fray Prudencio de Sandoval, cuando en la noche del día 9 de junio un soldado natural de Logroño se coló por las tapias y subido en una ventada del convento de San Francisco, disparó sobre la mesa en la que estaban cenando el general Asparrot, su lugarteniente Casa Coloma y otros capitanes principales de su ejército, muriendo uno militares que rodeaba al general.
 
Y por último y aprovechándose de los momentos de desconcierto en el campo enemigo, cuando un valeroso grupo formado por campesinos de Logroño y de otros pueblos cercanos, concibieron la idea de inundar las heredades donde se asentaba el campamento enemigo con las aguas procedentes de los ríos que recorrían los terrenos de la ciudad, especialmente del Iregua. Los citados terrenos quedaron convertidos en un impresionante lodazal en el que las pesadas piezas de artillería no podían ser manejadas convenientemente.
 
La desmoralización del ejército francés iba en aumento a lo que contribuyó sin duda la llegada de las fuerzas de socorro, al mando del virrey de Navarra, Antonio Manrique de Lara. Esto ocurrió el 10 de junio de 1521 lo que provocó el levantamiento del cerco al enemigo, que marchó hacia Navarra a fin de intentar traspasar la frontera.
 
Ese mismo día, Manrique de Lara, primogénito del duque de Najera, con tres mil hombres y gente de a caballo de su padre se presentó en Logroño, haciendo levantar el sitio del ejército invasor.
 
Estas mismas tropas, reconquistaron con gran rapidez todo el reino de Navarra y derrotaron completamente al ejecito invasor el 30 de junio, en Noaín, cerca de Pamplona, causándole 2.500 muertes y 2.000 prisiones, entre ellos el señor de Tournon, con muchos capitanes principales, y el mismo Andrés de Foix, señor de Asparrot, a quien un soldado del Conde de Alba de Liste le hirió con una maza en la frente que le dejó ciego, entregándose enseguida. Conquistado Pamplona y pacificado todo el reino, los franceses huyeron dispersos hacia su país.
 
 
La jornada siguiente al día de la victoria, el 11 de junio, san Bernabé, los logroñeses determinaron declararle patrón de la “muy noble y muy leal ciudad de Logroño”.
 
 
 

 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 



 

 

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