El próximo jueves, es decir el 17 de enero, tenemos cita con san Antón, el patrón de los animales y además fundador del movimiento cenobítico. Un santo que es muy querido, recordado y celebrado en esta comunidad autónoma, si tenemos en cuenta que localidades como Aguilar del Río Alhama, Alfaro, Calahorra, Canales de la Sierra, Cervera del Río Alhama, Igea, Pradejón, Rincón de Soto, Sojuela, Torrecilla en Cameros, Valdeperillo, Ventas Blancas o Villamediana de Iregua tienen algún tipo de celebración en torno a este santo.
Pero el motivo de esta entrada en el blog es el acercarnos a la figura de san Antonio Abad, san Antón, Antonio el Ermitaño o Antonio el Grande, que son todos los nombres por los que se conoce al patrón de los animales.
Su vida, contada por san Anastasio y san Jerónimo, más tarde se popularizó en el libro de vidas de santos llamado ‘La Leyenda dorada’ escrito por Santiago de la Vorágine. Entre los tres nos contaron que Antonio nació en el Alto Egipto y muy joven se retiró al desierto. Allí tuvo una serie de tentaciones del diablo que supo afrontar con entereza.
Extendiéndose su fama de santidad empezaron a reunirse en torno a él una serie de discípulos lo que le obligó a organizar un cenobio. Nuevamente atraído por la soledad, se retiró al Mar Rojo para vivir nuevamente en retiro. Al final de su existencia, que dicen que se alargó hasta más de cien años, se acercó a visitar a Pablo el Ermitaño que era un famoso decano de los anacoretas de Tebaida. A Pablo le alimentaba cada día un cuervo que le suministraba un pan. Desde que llegó Antonio el cuervo les traía dos panes. Cuando Pablo el Ermitaño murió la leyenda dice que Antonio le enterró con la ayuda de dos leones.
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